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sábado, 23 de mayo de 2020
Historia de La Templanza (El último romántico)
En este enlace encontraréis la entrevista original que copiamos en el blog.
El último romántico
Víctor Blasco reivindica la vieja bohemia en Peñíscola con una librería que es galería de arte, sala de conciertos y sede de tertulias.
CÉSAR COCA
Lunes, 25 agosto 2014, 11:53
Víctor Blasco (Zaragoza, 1984) sabe de la crisis del sector del libro pero ha decidido combatirla a su manera: recuperando los modos de un tiempo en el que no había internet, los títulos clásicos (o las últimas novedades) no se leían en soportes electrónicos ni se pirateaban y las tertulias literarias se hacían mirándose a la cara mientras se apuraba un café, y no a través de foros en la red. A los treinta años, regenta una librería que es también sala de exposiciones y conciertos y lugar para charlas tranquilas sobre libros, música, cine o casi cualquier asunto que tenga un mínimo trasfondo cultural. Eso incluye los juegos de rol y el ajedrez, por citar solo dos de los temas más frecuentes en las conversaciones que inundan este edificio de tres pisos, construido hace más de 200 años en el casco antiguo de Peñíscola. Allí, en una callejuela blanca, tiene su sede La Templanza, un desafío a la decadencia del libro en formato papel y de la literatura entendida en un sentido tradicional, que es a la vez un modo de vida y una reivindicación de la vieja bohemia que imperaba hace décadas en esta ciudad invadida ahora cada verano por miles de turistas.
Blasco, cuyo nombre 'artístico' es Viktor Dubrok, llegó a esta localidad castellonense cuando tenía ocho meses. Muy poco después, sus padres (él, pintor aficionado y dueño durante un tiempo del bar de Zaragoza en el que empezaron Héroes del Silencio; ella, modista) se separaron. A los 14 años, ya trabajaba en la construcción. Terminó a duras penas la ESO («ni siquiera estoy seguro de tener el título oficial», asegura) y a los 18, harto de que no se respetaran sus derechos laborales, se «escapó» a Zaragoza, adonde había vuelto su padre. Allí se colocó en una imprenta y empezó a formarse. «Fue entonces cuando leí por primera vez un libro de Literatura», explica. Luego buscó de nuevo un empleo en la construcción y más tarde en una inmobiliaria, donde tuvo un jefe que lo introdujo en algunos círculos culturales de la capital aragonesa.
Hace cuatro años, regresó a Peñíscola. Pensaba tomarse un período sabático, viviendo en la casa materna. Pero un par de meses después se le ocurrió utilizar el local de una tienda de decoración que su madre había cerrado poco antes para poner a la venta algunos cuadros y un centenar de cómics que tenía en casa y establecer un sistema de intercambio de libros. Así nació La Templanza, en junio de 2011. «Mantuve el nombre que tenía la tienda de mi madre porque me pareció adecuado para un local así», explica. Poco a poco, gracias a los libros que le donaban y a una red de micromecenazgo, La Templanza se fue convirtiendo en una librería de segunda mano.
Seis mil volúmenes
Un día, su madre le advirtió de que cuando cumpliera los 30 años debería irse de su casa y abandonar el local. «Creo que lo que quería era que me buscara un trabajo 'de verdad'. Empecé a contar a los clientes que iba a cerrar pero muchos insistían en que no podía hacerlo. Fue entonces cuando me decidí a alquilar un edificio y ampliar la actividad». La nueva sede de la librería, abierta hace unos meses, está situada muy cerca de la anterior. Por aquí pasan cada día de verano decenas de personas que compran o intercambian libros de un fondo que ya suma 6.000 volúmenes. También encuentran discos -en los anaqueles pueden verse los vinilos del 'Thriller' de Michael Jackson y el 'Let it be' de los Beatles-, películas, juegos de ordenador y 'playstation', y ocasionalmente cuadros y fotografías.
En su día de descanso semanal, Blasco recorre los cafés de Peñíscola y algunos pueblos de los alrededores frecuentados por amantes de la literatura. «Les hablo de la librería, les invito a venir y participar en las tertulias». O a asistir a los conciertos o sesiones de lectura poética, que también organiza. «Ese día, dividimos entre quienes actúan y yo mismo la caja que se haga a lo largo de la jornada, por todos los conceptos». Eso incluye el bar, apenas una cafetera y una pequeña nevera de las que los clientes y los tertulianos se sirven sin aparente control.
El visitante puede pensar que La Templanza se ha convertido en un lugar de encuentro y no se aleja de la realidad. «Esto lo he montado pensando en el pueblo, intentando recuperar la vida bohemia que hubo aquí hace treinta o cuarenta años, antes de que llegara el turismo. Entonces vivían en el casco antiguo de Peñíscola, al menos una parte del año, pintores, artesanos, músicos, escritores... Eso se perdió y yo quiero recuperarlo». Cuenta para ello con la ayuda de un grupo de incondicionales que le ayudan en todo: lo mismo donándole libros que echando una mano en la decoración: «Un albañil rumano que solía ir por el local anterior me ayudó a adecentar este y se ha convertido casi en un patrocinador». Se ríe al decirlo.
Cuando casi cada semana se anuncia el cierre de alguna librería con solera, La Templanza es la demostración de que los románticos de los libros y las tertulias aún tienen una segunda oportunidad sobre la Tierra.
Ubicado en las empinadas calles del casco antiguo de la localidad, es un edificio de tres plantas. La primera -en la foto de abajo- es la librería; la segunda, lugar de exposiciones y tertulias; la tercera abrirá pronto como estudio para pintores.
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